venia pensando,sobre que podría escribir hoy y visto que ayer pude atravesar mi primer paso de montaña, sumando unos 970 metros de subidas, (si lo se, que para los profesionales esto no es nada) creo que contar algo sobre la felicidad sea el tema ideal.
El día esta lluvioso y observo desde mi ventana como las nubes bajas van acariciando las laderas, las cuales se presentan en los mas diferentes tonos de tiernos verdes.
Escucho el canto de las aves, es casi estruendoso, cada pájaro, indistinta su raza, busca llamar la atención de su hembra. Es primavera, y quien no ha encontrado aún o esta ya empollando en un nido, se halla aún en busca de su pareja ideal. El ladrido de algún perro a lo lejos y el croar de los sapos en algún estanque vecino.
Me he quedado en casa, un día ideal para descansar y parar un resfrío amenazador con mucho reposo y muchas horas de sueño. Se ve que el cuerpo así lo requiere.
Hablamos de todo (obviamente en Rumano) con Lidia, una atractiva viuda de unos cuarenta años pasados, cual dueña de esta hermosa casa de estilo Moldavo y excelente cocinera. Mientras se cocinaban a fuego lento unas salsas con ingredientes secretos y unos trozos de carne, el aroma y la informalidad del ambiente me embriagaban en bienestar. Lidia me contaba, que un almacén o supermercado ella lo necesitaría al máximo una vez cada 2 meses. Todo lo que necesita se lo brinda su tierra, sus animales, su huerta. Lo que no tenga, lo tiene un vecino o vecino de otro vecino. La entrada aún esta sin terminar y se terminara cuando llegue su momento. Sus hijos viven en Londres pero ella no quisiera irse de aquí. Se siente feliz con lo que tiene. Y sin lugar a dudas eso lo transmite con su calidez y se lo nota a travez de su linda sonrisa.
Mañana se tranquilizará el tiempo y yo haré mis últimos pasos, pasando por este parque natural para dejar a mis espaldas, llegada la tardecita los hermosos Cárpatos.
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